Decirle “basura o chatarra” a la comida no ayuda a entender su impacto. Al contrario, traslada toda la culpa al consumidor. ¿Como hablar del procesamiento de alimentos sin caer en el desprecio?
Comida chatarra, comida basura, cheat meal, mierd4, porquería, veneno etc, son calificativos que lejos de educar, pueden estigmatizar.
Seguro estemos de acuerdo o muy de acuerdo imaginando a qué se refiere cuando califican a una comida como “chatarra“. Coincidimos más o menos en qué tipo de alimentos están en ese grupo. Entonces aparecen, por ejemplo, las hamburguesas de multinacionales, que obviamente ni sabemos de qué están hechas, así que comerlas es un poco un acto de fe pero a la vez un cacheteo de emoción al paladar y a nuestro estimulo. A esto se le suman las galletitas de paquete de colores, el interminable mundo de las golosinas, las gaseosas/bebidas azucaradas de todos los colores y marcas, los yogurtcitos con banda de azúcar y “sabor a”, los juguitos con 2% de fruta, y la lista es cada vez más extensa.
De hecho en lo que menos nos estamos poniendo de acuerdo es en la definición de alimentos nutritivos, o alimentos saludables a incluir para lograr una sola salud, donde la conversación incluya consideraciones -me pongo de pie- de salud individual, socioambiental y animal.
Chatarra es un conjunto de trozos de metal de desecho, principalmente hierro. Basura es lo que tiramos porque no nos sirve. Cheat meal es ese famoso “permitido” que nos hizo conectar con la alimentación de una manera restrictiva, un termino que tuvo que nacer debido a la cultura de la dieta. Mierd4 ya saben, nadie come mierd4 salvo que tenga coprofagia y esto constituye de por si un gran problema. ¿Veneno? Depende de la dosis quizás, porque si tomamos 19 litros de agua potable y segura en 2 horas, probablemente algo nos pase también.
Me declaro culpable: he nombrado a los alimentos/productos de esta manera. ¡Y pará! de hecho en ciertas situaciones, lugares y momentos lo sigo haciendo para enfatizar, para que quede muy claro. Intento y me esfuerzo en que no sea para estigmatizar. La culpa es lo que más se activa, porque tenemos muy internalizados los discursos de lo bueno/lo malo y por ende lo punitivo que gira alrededor de “hacer las cosas mal”.
Y creo que genera un efecto contrario al buscado, porque a nadie le gusta que le digan que lo que está comiendo es “basura”, digamos todo.
Creo que está bueno recordar que no comemos sólo para nutrirnos, y no digo que esto sea sencillo pero si simplificaría mucho más nuestras acciones. Estamos en contexto, vivimos en una determinada sociedad y en un constante caos alimentario que proponen los sistemas alimentarios rotos, por ende se nos hace cada vez más difícil conectar con los alimentos desde un lugar más amoroso, más posibilitador. Sin tanto ruido publicitario y por sobre todo, sin tanta anestesia psicosocial.
Es tanto tanto el ruido, que no sabemos si tenemos hambre o ansiedad, estamos con sueño o con enojo, o simplemente queremos sentirnos un poquito mas confortables con esa comidita que abriga el cuerpo y el corazón.
Así que comemos lo que aprendemos a comer, todo en el marco de un sinfín de estímulos creados por el marketing alimentario y entornos cargados de paquetes de plástico de comestibles, con marcas que tienen grandes intereses y nuestra salud no forma parte de estos.
Creo que nombrar a estos productos/alimentos como comestibles o ultraprocesados (clasisificación: grupo 4 NOVA), por el excesivo nivel de procesamiento e ingredientes innombrables que tienen, por ahora me cierra un poco más.
Hablemos de procesamiento, no de calificativos morales, a la hora de hablar de ciertos comestibles.
Así y todo, esto sólo expresa un indicador en cuanto a la construcción de una alimentación sana, segura, soberana y sostenible. Comer más alimentos no procesados o mínimamente procesados, predominantemente de origen vegetal, desde una producción que se aleje del agronegocio, son variables a sumar en esta definición.
Alimentarse es parte del vivir, y por ende todo lo que afecte a nuestros alimentos afecta a nuestras vidas, haciéndolas más o menos vivibles.
Cuando habilitamos y nos conectamos con los alimentos, cambiamos el mindset y el paladar secuestrado por 10 tipos distintos de azucares y los miramos cara a cara, nos damos la posibilidad de aprender a que nuestra comida confortable puedan ser unas simples papas al horno hechas en casa, junto con muchos vegetales de distintos colores, con tofu salteado y condimentado con especias, o un super bowl (palangana) con más de 10 variedades de plantas de distintos colores, pero los colores de verdad. Los que hacen las plantas, no un laboratorio.
Porque cuando está todo habilitado, pero desde un lugar sano (posibilitador y posicionado), el cheat meal realmente deja de tener sentido. ¿Para qué engañarnos?
TKM. Nutriló.-